Lo sangrado está en el horizonte de toda gran poesía moderna afirma el crítico y poeta francés René Menard. Y ese horizonte luminoso gravita, sin duda, en abierta rebelión frente a una cultura escéptica y positivista, donde las cosas del espíritu se venden al menudeo en la plaza pública y que cada día ofrenda nuevos, sangrientos holocaustos, en los altares del becerro de oro neo-liberal o del Gólem cientificista postmoderno.
Desde siempre sí, la poesía se había propuesto aunar las consignas de Marx y Rimbaud: cambiar la vida, transformar el mundo; se comprende, por supuesto, que ellos se referían a este mundo nuestro provisorio y ficticio, alienado en el marzo de la tecnoanarquía… donde los muertos entierran a los vivos y en el que nos ha tocado en muerte vivir. (El autor)
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Si para Octavio Paz “El poema es el lugar en donde el hombre se encuentra con la poesía” y Jaime Jaramillo Escobar agrega que, “También y más precisamente es el encuentro con el poeta”, es Borges quien señala el punto exacto cuando considera que la verdadera poesía nace, como creación, en el justo momento en que convergen lector y poeta. Este sitio funge como el que aspira a propiciar dicho encuentro.
